Por azares del destino, en la misma ubicación geográfica, como por un capricho Superior, se hallaban: un ladrón que no creía ni en leyes ni en justicia alguna; un policía que dormía con el código penal bajo la almohada y un infeliz sin cualidades dignas de mencionar.
Resumidamente, el primero “mató” al tercero por resistirse a un asalto, mientras el segundo observó a lo lejos sin poder llegar a tiempo.
Apuntando con una pistola, el segundo grita al primero: «¡Baje el arma, está detenido!». El primero giró en pos al segundo sin demostrar temor, sonrió y prorrumpió: «Disculpe, amable policía, podría decirme, por favor ¿Cuál es el motivo de mi detención?». El segundo, desconcertado, respondió: «“Todavía lo pregunta. Por matar a ese buen hombre». «¡Buen hombre!», inquirió sardónico, «¿Lo conocía?»; «No», respondió; «Entonces, suponiendo que este sujeto, no era un “buen hombre”, ¿Me dejaría ir?»; «¡Qué cosas dice, por supuesto que no!», dijo el segundo; «Entonces, de nuevo, podría decirme por qué me detiene»; «Por matar, ¿está usted drogado o es imbécil?»; «Ninguna de las dos. Es que, le prometo que no comprendo la causa de mi detención. Yo no maté a este hombre.»; «No juegue más conmigo. Yo lo vi y le repito, suelte el arma». «A ver, aclaremos… Usted observó a una imagen de mí apuñalar a la imagen de otro sujeto. Pero no me vio a mí». El segundo sujeto se rascó la cabeza. «Yo, no soy lo que usted vio. Fue sólo una faceta de mí, también soy padre, hermano y esposo… Usted miró a mi mano apuñalar a un hombre y mi mano no soy yo. Si la cortara, seguiría siendo yo ¿o no? En todo caso, mi mano acercó un cuchillo al sujeto, pero ella no tiene el poder de matar. El cuchillo lo hizo. ¡Llévenselo!». «Es usted un tarado, haga el favor de darse la vuelta para asegurarlo. ¡Cómo si los cuchillos pensaran y tuvieran intenciones»; «Oh, ahora veo, me arrestas por pensar y tener intenciones. Ni hablar, soy culpable, lléveme. Pero no sabía que fuera un crimen eso»; «Lo encarcelaré por decidir matar a ese hombre»; «Y si le dijera que yo no lo decidí… Así como lo oye. Muchas cosas en la vida no pasan por decisión de uno. Yo lo iba a asaltar para llevar comida a mi hogar. Ese hombre malo que yace en el suelo, se aferró tanto a su dinero, que me obligó a matarlo. En todo caso, él murió por una serie de decisiones, no por la mía. Yo ni pensé en lo que hacía, cuando reaccioné ya estaba muerto. Siguiendo con las decisiones, yo no decidí ser hombre, tampoco ser pobre, mucho menos decidí tener el aspecto “poco confiable” con el que la gente me califica. No decidí por los que no me contrataron, ni por los que me echaron de la casa ayer. No decidí nacer en la familia que nací, que considera bueno, lo que esta sociedad considera malo. Ni en eso decidí, la sociedad no me preguntó si estaba o no de acuerdo con su leyes. No decidí que este hombre pasara por este sitio forrado de billetes, tampoco que hubiera pocos vigilantes cerca y menos que usted no me viera antes, ni que no corriera más rápido». El segundo se cuestionó al fin, por qué lo detenía: No decidió matar, rompió una ley a la que no dijo que respetaría. No es incumplimiento: «Pero las leyes», se dijo, «garantizan el bienestar de la población, y promueven la justica. ¡Eureka! Justicia era la palabra que buscaba. Ahora, dijo en voz alta: Te detengo para que la Justicia se cumpla». El segundo sonrió al fin y el primero no comprendió por qué sonreía y cuestionó: «¿La Justicia de quién? ¿Del fiambre? El ya no puede hablar, no podemos determinar qué le parecía justo. ¿De la sociedad? ¿Qué mal le hice a ella? ¿De la familia del aludido? ¿Qué de lo que me hagan puede hacer que se borre el mal causado? Y el mal no lo hice yo, yo sólo hice la acción, el mal fue el resultado, porque yo no sé cómo crearlo. Si supiera que lo que me hagan resarcirá el daño que cometí sin desearlo, me entregaría sin cuestionar».