Me pediste que escribiera qué es lo
que siento por ti. Te he dicho hasta el cansancio que es imposible. No me
crees. Pues lo intentaré.
Para poder escribir lo que por ti
siento, debo primero decir lo que no: No te odio, no me pareces desagradable,
no quiero matarte… Bueno, a veces sí.
Ahora diré lo que mi cuerpo
experimenta ante tu presencia: Calidez, ternura, mi piel se eriza, mi boca se
estira en forma de sonrisa, mis ojos te enfocan, mi mente se pierde…
¿Qué más puedo nombrar? ¿Lo bien que
me haces? ¿Lo mucho que te pienso? ¿El tiempo que perdura la sensación de tus
dedos en mi piel? ¡No! ¿Para qué?
Espera… Miedo, me haces sentir miedo.
Aunque me haces bien, temo que todo pronto termine, que seas sólo un sueño, que
alguien mejor que yo conquiste tu atención.
Rabia, también siento rabia. Porque
hay días que en quisiera ser el polo magnético opuesto a ti y que salieras
volando tan rápido como la potencia de mi enojo.
Tristeza, a veces también hay
tristeza. Como cuando te alejas, como cuando callas o cuando tu melancolía
contagia mi estado de ánimo.
Gula, aunque no es un sentimiento, ¡siento
gula! Hambre de ti, antojo de tus labios y creo que la inanición causa efecto
en mi cuerpo cuando no beso tus orejas.
Y podría seguir toda la noche haciendo
esta tarea, en la que no he dicho nada. Como si el cerebro no encontrara la
forma de sacar la palabra exacta, que significa a ese nudo que se hace en mi
estómago cuando te veo o el otro estilo de amarre que sucede cuando me sacas de
mis casillas.
¿Idiota me he vuelto? ¿Hay una
palabra que comunique lo que siento? Aún no entiendo siquiera porque no he
hecho lo que la mente me demanda con tanto ahínco: comerte y quitarte la
respiración o matarte cuando logras exasperarme como sólo tú lo has logrado.
Después de tantos sentimientos y
sensaciones, ya no hay nada. ¡Pum! Se fueron. Ahora sólo hay confusión. Estás
en todas partes, como si cada centímetro de mí tuviera memoria propia. Eres un
torbellino que ocupa mi cuerpo y yo estoy en medio. Me envuelves, me confundes
cálidamente… Me amas…
Te amo. Y no sé qué demonios sea eso.
¡Qué extraño invento o palabra inventada para un torbellino sin forma ni color
definido! Unas veces se expresa por tu presencia, en otras por tu falta. Eres
viento de labios, o el suave soplo veraniego. En ocasiones me causas malestar y
en otras placer. Pero el malestar de tu presencia nunca supera al de tu
partida. Eres ese pensamiento intrusivo, ese te quiero callado, ese suspiro
robado, esa sonrisa tonta de mi rostro, ese asomarme a la ventana, ese abrazo
que derriba todo los problemas…
Eso eres, amor. Eso y más. Ahora lee
todo esto y verás que no hay una de todas estas quinientas palabras que lo haya
descrito bien.