Hoy desperté extrañándote como
nunca y deseándote más que siempre. Tu recuerdo comenzó a buscarme, yo a huir,
pero al final me atrapaste. Quité las delgadas sábanas que nos separaban, tu
recuerdo me acaloraba. La contemplación de tu mirada me dijo qué y cómo
ocurriría, mientras tu sonrisa se torcía un poco, me miraste con malicia y sentí
temor, pero de que no fueras real. Para no pensar en la locura, me apresuré a
tocarte y a desnudarte, como con hambre.
Comencé a recorrer los senderos
de tu cuerpo, donde alguna vez estuve, recordando. Mantuviste tu distancia,
sólo admirando como mis manos dibujaban en tu cuerpo. Te recorrí, mi lengua y
mis manos eran los vehículos, tu silueta mi territorio y destino. El cuarto se
transformó, ya no era él, sino un templo de contemplación de tu perfección. Tus
manos poseyeron las mías para recorrer mi cuerpo y reclamarlo como suyo. Comenzó
un vórtice de sensaciones y emociones donde me perdí y desorienté: arriba y abajo
estabas tú, afuera y al centro también, dominabas todo lo visible e invisible.
Las palabras se tornaban silencios,
éstos se volvían suspiros y gritos en ciertos momentos. Mi vientre ardía en
deseos, mi pecho quemaba de pasión y mis labios estaban sedientos de los tuyos,
de tu cuello, de tu vientre, de tu ombligo y de la parte tuya donde explotan
tus sentidos. De pronto ya no estábamos completos, sólo éramos labios, sólo
éramos pechos y piernas, sólo éramos esas partes que sentían, el resto
desapareció, era innecesario y se fue.
Fuego se apoderó de mí, creí que
moriría en ese incendio, pero dejé que continuara. El fuego crecía y los
silencios se hacían menos, luego el cuerpo en llamas y ojos apretados eran todo,
la oscuridad inundaba la habitación y después muchos colores aparecieron. El
último grito que acabó con todo silencio posible, sólo en eco había quedado.
Mi cuerpo era ligero y comenzó a
relajarse cada vez más, ya no te encontraba, pero tardé en preocuparme por eso,
una suave brisa entró por la ventana y mis sentidos comenzaron a reaccionar, a
notar tu ausencia y cuestionar que hubieras estado aquí. No, no estabas, sólo
estaba yo y esas ganas de tenerte siempre y ese llanto de sentirte lejos. Así
es mi día sin ti, deseos en el desayuno, la comida y la cena y hambre de ti en
ayunas. Así pasan mis días sin tu calor, sólo basta soñar contigo para poder
hacerte el amor sin tenerte. Y seguro que mañana, de nuevo, te extrañaré más
que nunca y te desearé igual que siempre.
All by Sergio Vergara.