Discurso de despedida de la generación 2008-2012 de la Facultad de Psicología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, dichas por Sergio Vergara.
Buenos tardes distinguidas
autoridades, estimados compañeros graduados e invitados a este evento de
graduación en general. Es un honor para mí la oportunidad de expresar estas
palabras de despedida como representante de nuestra generación. Para ello, he
buscado términos para formular algunas emociones que nos pueden embargar en
este momento de nuestras vidas. Haciendo un inventario de mí mismo y recordando
las múltiples pláticas sostenidas con algunos de ustedes es como intenté
plasmar algo de todo esto en papel, pero es una empresa por demás difícil.
Pensé en júbilo y ansiedad, en
expectativa y ganas de volver atrás, en felicidad y miedo… experimentadas en
una perfecta combinación, que hace imposible poner un nombre a lo que sentimos.
Muchos incluso podrán sentir indiferencia porque la realidad aún no los
alcanza. Lo que nos acaece es una lluvia de emociones o un torbellino de
sentimientos que son inefables y las palabras huyen para no ser mencionadas.
Después pensé en los motivos de
nuestra asistencia a este recinto, que creo que poco a poco significa algo más
que el nombre del evento. No estamos aquí sólo por cumplir con un acontecimiento
que es tradicional, un protocolo, sino porque deseamos hacer algo, añadir esto
quizá a nuestra experiencia de vida, estar en el momento en que hemos sido
reconocidos por nuestra sociedad y nuestra universidad como los profesionales
que ya han sido formados. También para que nuestros familiares, nuestras
amistades y nuestras parejas vean lo alto que hemos llegado. Entonces pensé que
sí debía plasmar algo sobre el motivo de nuestra asistencia.
Cuando redactaba esto pensaba
escribir sobre festejos y celebración y, sobretodo, sobre lo alegres que
debemos sentirnos por haber terminado la licenciatura, por la culminación de
años de esfuerzo. Pero para ese entonces entre en una crisis cuestionándome: ¿En
verdad hay algo qué celebrar?
A mi parecer, no hay nada que
celebrar. Los seres humanos tenemos una tendencia natural a seccionar nuestra
vida, a poner límites y trazar metas. Todo con el objetivo de detenernos y
tomar un respiro, descansar las piernas y emprender de nuevo el viaje. Así
logramos tener un motivo de vida, un porqué levantarnos cada mañana, un para
qué luchar tanto. Necesitamos sabernos exitosos y al contemplarnos así,
descansamos. Empero, los descansos no se celebran. Repito. No hay nada que
celebrar.
Las emociones que nos embargan,
como un pequeño remolino en el estómago que crece y se mueve por doquier cuando
pensamos en el futuro y en qué tan conveniente será el siguiente paso, nos es
más que miedo, incertidumbre y pesar, porque una cosa que antes percibíamos
como segura, se terminó. La debilidad por estas emociones no es muy buena, ni
placentera. Entonces, ¿qué celebramos? Según yo nada. No hay nada que celebrar.
Podemos pensar en que un título nos
hace conocedores de una ciencia, no más legos, sino verdaderos psicólogos. Pero
si nos preguntamos realmente qué sabemos y nos contestamos sinceramente, pueden
venir a nuestra mente cuestiones incompletas, los libros que anotamos y que
nunca leímos, las tareas que hicimos incorrectamente y que quizá habrían hecho
una diferencia, la fiesta que preferimos a estudiar, la permisiva siesta… en
fin. ¿Venimos a celebrar lo que sabemos? Diré con miedo a su reacción: no hay
nada que celebrar.
Celebramos al término último de
algo, cuando ya no hay más. Quién haya tenido que preparar una fiesta y el
evento no resulta como espera, sabrá que no festeja, sino que se preocupa por
lo que sabe que no está bien. Los invitados celebran porque sencillamente
deciden ignorar los desperfectos.
Hoy queridos compañeros, lamento
informales que NO HAY NADA QUE CELEBRAR. Por una sencilla razón: las personas
no se terminan de formar nunca, la vida es un viaje sin estaciones. Seccionamos
para evitar la perspectiva de años de vida que no terminan. Vivir es un
continuo de acciones que sólo termina con la muerte. Celebramos pues, en el
último suspiro los grandes o pequeños logros, que probablemente no pudieron ser
diferentes y que trajeron a nuestra vida tantas alegrías a pesar de los
fracasos. ¡Qué celebren los moribundos que el telón de la vida se cierra con su
única y maravillosa historia!
Para nosotros, hoy es un día en que
nos detenemos y volteamos a ver un camino recorrido, a tomar un merecido
respiro. Pero no, hoy no es un día para celebrar, hoy es un día para recordar.
Qué vuelvas a nuestra mente los momentos en que casi tuvimos que ponerle el pie
al profesor para evitar que se fuera sin nuestro trabajo final; remembrar las
pláticas de amigos con sonoras carcajadas que harían que nuestros clientes
jamás volvieran, pero que tantas enseñanzas nos brindaron sobre psicología; el
momento en que nos dimos cuenta que pusimos en práctica algo que aprendimos y
nos dijimos “¡Esto sí funciona! ¡No es sólo una locura de Chente o ese
condenado Haley que seguro tiene pacto con el Diablo!”. O qué tal el momento en
que supimos que esto era realmente para nosotros.
Hoy no es un día para celebrar, hoy
es un día para soñar, con futuros posibles, con formas en que podemos ser
quienes hemos planeado ser, para ver en el próximo nivel de nuestra vida un
motivo para enorgullecernos, para dejar de hacer lo que sabemos que no nos
ayudó antes.
También es un día de
perfeccionamiento, es un día para prometernos alcanzar más allá de lo que ahora
somos, para sentirnos inconformes con este pequeño triunfo y aspirar a otro
mejor, para mirarnos las togas y decir “Esto no es suficiente, puedo lograr
más”.
¿Pero celebrar? Celebrar es para
aquellos que han concluido su vida, que no tienen más por qué luchar, cuyo
camino ha terminado. Entonces se puede festejar, porque ya no hay nada que
hacer.
Hoy estamos aquí para que este evento
quede grabado en nuestras memorias, de tal modo que recordemos quiénes fuimos y
notemos que hemos mejorado, que la zozobra que sentimos es sólo el cuerpo que
nos recuerda que seguimos vivos y que esto no ha terminado. Que al salir de
este recinto no nos recostemos sobre nuestros laureles y veamos el mundo como
una fiesta inacabada que merece ser mejorada. Porque esto no se acaba hasta que
se acaba. Nuestro camino apenas empieza.
Te felicito de nuevo sergio, muy bueno el discurso que has escrito. :) Siéntete orgulloso, no te preocupes por las críticas. Muchas personas no podrían en plasmar en papel la mezcla de sentimientos que se siente en el momento como ese. Saludos! ~EuGe~<3
ResponderEliminarNo comprendo el porque de las críticas, me parece un discursó muy completo y bastante reflexivo. Te mantuviste genuino en todo momento y cerraste con aliento de motivación...
ResponderEliminarExcelente, muy a tu estiló, "FELICIDADES!"
Exelente discurso t felicito eres siempre muy original y siempre sige siendo tu mismo las criticas t ayudan a ser mejor
ResponderEliminarlas facultades te dan título, pero la vida te da la realidad. no se enseñan en ninguna universidad a vivir, sólo te dan herramientas, las cuales no todos las usarán de la misma forma.
ResponderEliminarfelicitaciones por tus relatos