Google

martes, 11 de diciembre de 2012

NADA QUE CELEBRAR


Discurso de despedida de la generación 2008-2012 de la Facultad de Psicología de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, dichas por Sergio Vergara.

Buenos tardes distinguidas autoridades, estimados compañeros graduados e invitados a este evento de graduación en general. Es un honor para mí la oportunidad de expresar estas palabras de despedida como representante de nuestra generación. Para ello, he buscado términos para formular algunas emociones que nos pueden embargar en este momento de nuestras vidas. Haciendo un inventario de mí mismo y recordando las múltiples pláticas sostenidas con algunos de ustedes es como intenté plasmar algo de todo esto en papel, pero es una empresa por demás difícil.

Pensé en júbilo y ansiedad, en expectativa y ganas de volver atrás, en felicidad y miedo… experimentadas en una perfecta combinación, que hace imposible poner un nombre a lo que sentimos. Muchos incluso podrán sentir indiferencia porque la realidad aún no los alcanza. Lo que nos acaece es una lluvia de emociones o un torbellino de sentimientos que son inefables y las palabras huyen para no ser mencionadas.

Después pensé en los motivos de nuestra asistencia a este recinto, que creo que poco a poco significa algo más que el nombre del evento. No estamos aquí sólo por cumplir con un acontecimiento que es tradicional, un protocolo, sino porque deseamos hacer algo, añadir esto quizá a nuestra experiencia de vida, estar en el momento en que hemos sido reconocidos por nuestra sociedad y nuestra universidad como los profesionales que ya han sido formados. También para que nuestros familiares, nuestras amistades y nuestras parejas vean lo alto que hemos llegado. Entonces pensé que sí debía plasmar algo sobre el motivo de nuestra asistencia.

Cuando redactaba esto pensaba escribir sobre festejos y celebración y, sobretodo, sobre lo alegres que debemos sentirnos por haber terminado la licenciatura, por la culminación de años de esfuerzo. Pero para ese entonces entre en una crisis cuestionándome: ¿En verdad hay algo qué celebrar?

A mi parecer, no hay nada que celebrar. Los seres humanos tenemos una tendencia natural a seccionar nuestra vida, a poner límites y trazar metas. Todo con el objetivo de detenernos y tomar un respiro, descansar las piernas y emprender de nuevo el viaje. Así logramos tener un motivo de vida, un porqué levantarnos cada mañana, un para qué luchar tanto. Necesitamos sabernos exitosos y al contemplarnos así, descansamos. Empero, los descansos no se celebran. Repito. No hay nada que celebrar.

Las emociones que nos embargan, como un pequeño remolino en el estómago que crece y se mueve por doquier cuando pensamos en el futuro y en qué tan conveniente será el siguiente paso, nos es más que miedo, incertidumbre y pesar, porque una cosa que antes percibíamos como segura, se terminó. La debilidad por estas emociones no es muy buena, ni placentera. Entonces, ¿qué celebramos? Según yo nada. No hay nada que celebrar.

Podemos pensar en que un título nos hace conocedores de una ciencia, no más legos, sino verdaderos psicólogos. Pero si nos preguntamos realmente qué sabemos y nos contestamos sinceramente, pueden venir a nuestra mente cuestiones incompletas, los libros que anotamos y que nunca leímos, las tareas que hicimos incorrectamente y que quizá habrían hecho una diferencia, la fiesta que preferimos a estudiar, la permisiva siesta… en fin. ¿Venimos a celebrar lo que sabemos? Diré con miedo a su reacción: no hay nada que celebrar.

Celebramos al término último de algo, cuando ya no hay más. Quién haya tenido que preparar una fiesta y el evento no resulta como espera, sabrá que no festeja, sino que se preocupa por lo que sabe que no está bien. Los invitados celebran porque sencillamente deciden ignorar los desperfectos.

Hoy queridos compañeros, lamento informales que NO HAY NADA QUE CELEBRAR. Por una sencilla razón: las personas no se terminan de formar nunca, la vida es un viaje sin estaciones. Seccionamos para evitar la perspectiva de años de vida que no terminan. Vivir es un continuo de acciones que sólo termina con la muerte. Celebramos pues, en el último suspiro los grandes o pequeños logros, que probablemente no pudieron ser diferentes y que trajeron a nuestra vida tantas alegrías a pesar de los fracasos. ¡Qué celebren los moribundos que el telón de la vida se cierra con su única y maravillosa historia!

Para nosotros, hoy es un día en que nos detenemos y volteamos a ver un camino recorrido, a tomar un merecido respiro. Pero no, hoy no es un día para celebrar, hoy es un día para recordar. Qué vuelvas a nuestra mente los momentos en que casi tuvimos que ponerle el pie al profesor para evitar que se fuera sin nuestro trabajo final; remembrar las pláticas de amigos con sonoras carcajadas que harían que nuestros clientes jamás volvieran, pero que tantas enseñanzas nos brindaron sobre psicología; el momento en que nos dimos cuenta que pusimos en práctica algo que aprendimos y nos dijimos “¡Esto sí funciona! ¡No es sólo una locura de Chente o ese condenado Haley que seguro tiene pacto con el Diablo!”. O qué tal el momento en que supimos que esto era realmente para nosotros.

Hoy no es un día para celebrar, hoy es un día para soñar, con futuros posibles, con formas en que podemos ser quienes hemos planeado ser, para ver en el próximo nivel de nuestra vida un motivo para enorgullecernos, para dejar de hacer lo que sabemos que no nos ayudó antes.

También es un día de perfeccionamiento, es un día para prometernos alcanzar más allá de lo que ahora somos, para sentirnos inconformes con este pequeño triunfo y aspirar a otro mejor, para mirarnos las togas y decir “Esto no es suficiente, puedo lograr más”.

¿Pero celebrar? Celebrar es para aquellos que han concluido su vida, que no tienen más por qué luchar, cuyo camino ha terminado. Entonces se puede festejar, porque ya no hay nada que hacer.

Hoy estamos aquí para que este evento quede grabado en nuestras memorias, de tal modo que recordemos quiénes fuimos y notemos que hemos mejorado, que la zozobra que sentimos es sólo el cuerpo que nos recuerda que seguimos vivos y que esto no ha terminado. Que al salir de este recinto no nos recostemos sobre nuestros laureles y veamos el mundo como una fiesta inacabada que merece ser mejorada. Porque esto no se acaba hasta que se acaba. Nuestro camino apenas empieza.

Gracias.



All by Sergio Vergara.

SÍGUEME EN:

4 comentarios:

  1. Te felicito de nuevo sergio, muy bueno el discurso que has escrito. :) Siéntete orgulloso, no te preocupes por las críticas. Muchas personas no podrían en plasmar en papel la mezcla de sentimientos que se siente en el momento como ese. Saludos! ~EuGe~<3

    ResponderEliminar
  2. No comprendo el porque de las críticas, me parece un discursó muy completo y bastante reflexivo. Te mantuviste genuino en todo momento y cerraste con aliento de motivación...

    Excelente, muy a tu estiló, "FELICIDADES!"

    ResponderEliminar
  3. Exelente discurso t felicito eres siempre muy original y siempre sige siendo tu mismo las criticas t ayudan a ser mejor

    ResponderEliminar
  4. las facultades te dan título, pero la vida te da la realidad. no se enseñan en ninguna universidad a vivir, sólo te dan herramientas, las cuales no todos las usarán de la misma forma.
    felicitaciones por tus relatos

    ResponderEliminar

Tu opinión importa mucho. Cuándo se lee, algo surge en nuestra mente y sólo toma unos minutos plasmarlo.

Para comentar pueden usar el perfil: "Nombre/URL". Ejemplo: "Sergio" y "www.facebook.com/vergara.sergio" Enseguida escribir tu comentario. Gracias.