Hoy leía, por causa de la añoranza, un mensaje de texto de mi madre. Me
di cuenta de una cosa peculiar sobre la que no había pensado mucho: que tenía
errores de ortografía muy graves, de aquellos que en otras personas critico, de
esos que pienso que me avergonzaría tener. Pero, momento, nadie se ría, no es afán de
exponerla, no hay nada que pueda parecer criticable o reprobable en esto; pues
si alguien en el mundo merece que se le perdone estas fallas, es precisamente
ella: Mi Madre.
Ese mensaje me recuerda sus sacrificios, su entrega, su dedicación, su
arduo trabajo de años y que, a pesar de mi edad, se sigue preocupando por mí. Llámenle ignorancia si gustan. Siendo la ignorancia el
conocimiento de un mundo diferente y no sólo el desconocimiento de una cosa en particular. Pero no
conozco a nadie que haya renunciado a tanto conocimiento con tanto amor,
haciendo todos los esfuerzos a su alcance para que yo pueda escribir y hablar
tan pomposamente, y usar palabras que quizá nunca comprenda, pero que son causa
de ella, frases que son producto de su existencia. Cualquier mérito que merezca
yo, debería llevar en título más grande su nombre, que me caracteriza más que
el mío propio.
Madre es alguien que renuncia a la superación y placer personales por
amor, nada más; y dicen que no es un sacrificio, sino un gusto, no soy quien para
dudarlo.
A ti te debo quién soy, lo que sé, lo que puedo y lo que quiero hacer.
Tú me has hecho quien soy, no sólo porque me engendraste, sino porque por un
modo un poco diferente de educarme, estas líneas nunca habrían sido escritas.
Recuerdo cada momento gris en que me has regañado, o que usaste esos “ojos de
pistola” que me intimidaban e inhibían las acciones peligrosas e imprudentes, o
alguna nalgada bien merecida, que me mantuvieron con vida. Hasta ese tono irritante para decir lo que todas
las madres nos dicen, que adquieren significado con el tiempo. Nunca podría
olvidarte y eres la parte infaltable en mis historia personal, por quien todo
tiene sentido.
Es una lástima haber olvidado tus primeros cuidados, las primeras veces
que me cargaste en tus brazos. Ya que cuando conscientemente supe que eras tú y
me di cuenta que era yo, supe que teníamos un lazo común y sin dudar que tú
eras quien me protegería, ya no me aguantabas, así que perdí esa prerrogativa de contemplarte sostenido en vilo por tus brazos. De algo estoy seguro, nunca me dejarás de cargar, esa es tu maldición, tu amor te mantiene siempre alerta. Te siento
rodeándome con tus fantasmagóricos brazos en los momentos más difíciles, a
pesar de la distancia, a pesar del tiempo, a pesar de mi historia y de mi
porvenir. Porque estás tan dentro de mí: en mis frases, en mis gestos, tus
consejos, tus advertencias y lo que esperas de mí. Nunca saldrás, te necesito
en mi interior.
Prisionera de una cárcel por un crimen inocente. Engañada para cumplir
con tu condena con devoción, con placer insano. Dadora y procuradora de vida.
Amiga y compañera de existencia. Mi madre, eso y más eres. La escritora de este a veces malagradecido personaje.
Entiende esto: nunca
te negaría, somos lo que somos por causa del otro. Te presumo ante todos y me
enorgullece lo que sabes, lo que ignoras y lo que me enseñas, porque eres
realmente grande y sabia. Si tuviera la oportunidad volver el tiempo y de elegir, te elegiría mil veces a ti. Te amo.
All by SIXTA SÁNCHEZ MOLINA
o Sergio Vergara
Admiro enormemente a tu madre, gracias a ella eres el hombre que eres actualmente. Me siento to afortunado de conocerla y le tengo un gran cariño. Que Dios la bendiga y concientela lo merece, es una luchadora incansable y un extraordinario ser humano, de esos que es difícil encontrar. Excelente escrito, te felicito.
ResponderEliminar