Obra de modo que las cosas malas
parezcan injustas y no obra de karma o precio por pecado. Compórtate con el
otro como si te trataras en un espejo, con las consideraciones y
desconsideraciones que piensas merecer. Es mejor creerse víctima de la maldad
de los demás que sujeto de interminables expiaciones. Aunque el concepto de
justicia es prácticamente irrealizable, es común el sentimiento de su
antítesis, que radica en toda alma humana; pero la justicia es como la
satisfacción absoluta humana del apetito, que al comer demasiado creemos estar
satisfechos, como si de algún modo cargáramos el cien por ciento de las energías, pero que no contamos con
aquella utilizada en el consumo, procesamiento y degradación de los alimentos,
que sólo después serán energía; por lo que la satisfacción nunca es completa y
como la felicidad, que si existe, dura menos de un segundo en su cúspide, a
partir de la cual medimos el resto de nuestras vidas.
De cualquier modo, no nos hagamos
las víctimas, pues éstas están en peligro de extinción. Toda acción es una
palada que hace una hondonada y un montículo al mismo tiempo, no podemos pasar
por el mundo sin hacer daños o causar beneficios, incluso más allá de nuestra
voluntad. Somos eternas víctimas y victimarios, el distingo de términos sólo
sirve para separar a los profesionales y con fines didácticos en los roles que
juega toda persona según la percepción de los otros, porque son tan inseparables
que cuesta creer que no son la misma cosa. Pensemos en el verdugo profesional,
que cree coadyuvar a la justicia del Estado, mientras que victima a alguien que
jamás juró cumplir con las leyes del mismo (como si hubiese firmado un
documento en el que, si cometía el crimen del que se le acusa, moriría del modo
en que lo hará); el pueblo es héroe en aras de la justicia social y villano al
no preservar la vida; o el juez al creer tener en mente la verdadera justicia,
subestimando la del resto e incluso la del acusado. Hasta el enamorado que
conquista a su amada, adorada por alguien más, a quien sin duda apuñalará en un
acto impulsado por el sentimiento humano más buscado y fomentado.
En tanto no hay posible
satisfacción absoluta, felicidad duradera o justicia real posible, tratemos
como queremos ser tratados. No hay mayor sentimiento de justicia que el ser
tratados como creemos que nos merecemos. Partiendo de la idea de que nadie es
infeliz por amor a ese insano arte y que no se daría algo que no lo acercara un
poco más a ese ínfimo momento de satisfacción que marcará su vida, es un poco
más posible un sentimiento de justicia entre iguales y un trato social como
dignos miembros de la humanidad. Seamos tan felices como las posibilidades que
provean el ambiente, los otros, la persona y la interrelación de todas, nos
permitan.
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